Una carta de Fidel Castro en Gramma planteando su renuncia a la reelección en sus cargos ha despertado el debate de la sucesión de Fidel Castro y el futuro de Cuba.
Alguna prensa ha reflejado el ambiente de la disidencia cubana en Florida y Miami que se ha manifestado como si hubiera caido el régimen. Algunos disidentes recien excarcelados han declarado en España su excepticismo al respecto.
Las reacciones sin embargo reflejan la experiencia de como funcionaban los sistemas soviéticos de «socialismo real».
La orientación política del estado y sus cambios ha estado siempre ligada a la permanencia o sucesión de sus dirigentes hasta el punto de que la tendencia natural de la clase política era morir en el cargo. El embalsamamiento de Lenin como simbolo de esa «huella de autenticidad» llevó hasta hacer lo imposible posible por evitar cualquier cambio como sucedió con el significativo caso de Leonidas Breznef, apodado sarcásticamente como «la momia».
Dice Hugo Martinez en III Republica.es citando el programa de I.U… «Sólo a los cubanos corresponde determinar su futuro político y social, en el respeto pleno de los derechos humanos». Hoy desgraciadamente y para el cambio de orientación, los cubanos no cuentan nada, igual que contaron antes de la enfermedad de Fidel.
Un cambio en el que el camino a seguir fuera decidido por los cubanos exige o bien una intervención popular para conquistar ese derecho o bien una concesión del poder reinante que permitiera alguna clase de participación en la vida política. Y no tenemos hoy conocimiento de ningún sector del partido comunista cubano que abogue por esa clase de cambio.
En la estrepitosa caida de los paises del este estuvieron presentes ambos factores, intervención popular y reforma política, combinados en mayor o menor grado, a pesar de que en el PCUS fueran muchos los que desearan una «salida a la china».
Está claro que no es posible mantener mas el actual sistema social sobre la base de una economía quebrada desde hace algunos años y es lógico que por tanto el retorno al mercado mundial nos traiga un capitalismo con un pesado estado burocrático o incluso dictatorial.
No creo que una apertura desde arriba o un camino marcial (pequinés) hacia el mercado capitalista tengan como objetivo salvaguardar un mal llamado sistema socialista, sino conseguir una integración de Cuba en el mercado mundial que no socave el monopolio del poder en la isla.
Una alternativa en el sentido del socialismo, sin explotación, sin gestión estatal de la propiedad colectiva, con pluralismo, democracia social y política, exige inevitablemente de la irrupción del pueblo con un programa cuyo punto de identidad central sea devolver al pueblo el protagonismo en todos los aspectos de su vida social y política.
Igual que en el partido no existe tampoco en el pueblo, gracias a las purgas políticas, ningún sector que apunte en esta dirección.
Aun cuando no comparto el «programa de acción» que se vislumbra en el artículo de Hugo Martinez si creo que podemos tener Una ocasión para Cuba, una ocasión para la izquierda que va mas allá del marco de unos derechos humanos siempre utilizados, raramente cumplidos y francamente insuficientes.