Tres aviones de British Airways contaminados con Polonio 210, vuelos cancelados, viajeros que pudieron estar en contacto, 49 trabajadores de los hospitales donde fue tratado el envenenado ex espia Litvinenko… y tras este escándalo que implica directamente al presidente Ruso Bladinir Putin, ex agente del KGB, el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya y el renacimiento de denuncias contra metodos de persecución que podemos encontrar ya con Ivan el terrible (1533 – 1584), padre del renacimiento Ruso contra el imperio Mongol.
Se mezclan incredulidad con sorpresa. El estado que abrazó la «democracia» y la economía de mercado parece tener muy poco o nada de lo primero mientras aplica una versión muy particular de «economía de mercado».
Amigo de Litvinenko fue Boris Berezovsky magnate ruso exiliado en el reino unido a quien el Kremlin quiso asesinar enviando al propio Litvinenko.
Igualmente ha saltado la acusación en Rusia del mismo intento con importantes opositores como Egor Gaidar, Jefe de Gobierno con Yeltsin durante la privatización y galardonado internacionalmente por realizar este tipo de «tareas».
El Estado Ruso parece no responder a los estandares de «estado capitalista al servicio de la clase capitalista»; pero tampoco a los estandares institucionales, muy lejos de cualquier simil de las instituciones democráticas occidentales.
Esto se sabia hace años cuando del hundimiento de sistema soviético no salieron grandes partidos políticos con influencia social sino pequeños clanes de influencias ajenos al resto de la sociedad, pero muy bien vinculados a los pasillos y enlaces institucionales del viejo aparato del estado soviético.
Putin inauguró hace muy poco un nuevo edificio en el centro de Moscú para la FSB, Servicio de Seguridad Fedral, la KGB de hoy. La inauguración con practicas de tiro y seguimiento satélite, acceso desde las azoteas, etc, parecía un segmento de una película de James Bond. Podríamos deducir que en Rusia se produjo alguna suerte de «golpe de estado» en el que el KGB tomó el poder, pero no ha sido así.
Boris Yeltsin eligió a su sucesor y este fue refrendado en las urnas. Con Putin un sector del estado se ha fortalecido, el ex-KGB de donde han salido sus colaboradores mas próximos.
Quizás estos escándalos internacionales de Putin -recuerdo la aprobación pública de este a los abusos sexuales del primer ministro israelí- preparen su relevo. Es muy significativo que la propia television rusa se haya hecho eco de acusaciones de la oposición cuando hasta ahora han sido sistemáticamente acallados cuando no acabaron en funeral.
De Ivan el terrible a Putin hay una línea de sucesión visible en los métodos, pero si se construyera una genealogía de las personas que pasaron por el estado veríamos una línea sucesoria reflejada en las propias personas.
La revolución bolchevique que aparentemente rompió ese hilo destruyendo el estado zarista no fue una excepción. Para defenderse del cerco de las tropas blancas y la contrarevolución interior el nuevo «estado obrero» contaba con la fuerza de un proletariado muy concentrado que no obstante era solo el 5% de la población.
Los bolcheviques recurrieron a un arma conocida, un estado centralizado que concentrara recursos para poder defenderse y para ello recurrieron a funcionarios experimentados en este tipo de tareas, los burocratas y militares del derrocado estado zarista. Tanto Lenin como Trotsky adornaron este recurso desesperado por el que se colaron las cualidades del «Estado Asiático», una definición del estado que luego Stalin se encargó de borrar de los manuales.
La Perestroika rompió el hilo en una medida considerablemente menor.
En el reparto de la propiedad del estado una capa considerable del aparato soviético no pudo hacerse un sitio satisfactorio. Empujado por la deriva nacionalista, esta si popular, de las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), Armenia, Georgia y Ukrania, se frangmentó el estado entorno a sus estructuras republicanas.
La revuelta militar de agosto de 1991 no hizo sino precipitar el proceso disolviendo la URRSS para dejar la actual Unión de Estados Soberanos cuya construcción digió Yeltsin y que sigue girando como siempre, alrededor del estado Ruso.
Cuando en occidente nos creíamos la propaganda de la prensa sobre la desaparición de todo lo «sovietico» que alli hubiera los rusos de a pie seguian pensando que no habia tantos cambios, que los que gobernaban seguian gobernando, los que eran poderosos lo seguina siendo y quienes estaban excluidos lo seguian estando.
Es bruta la realidad que estalla ante nuestros ojos, tan bruta como siglos de opresión del estado ruso, como millones de muertos que siembran sus tierras.
Quienes queremos una nueva sociedad quizas debamos pensar de nuevo, como hicieron algunos hace ya bastante tiempo, en incluir en nuestra visión del nuevo mundo la necesidad de erradicar de la tierras esas bestias pardas que son los estados.
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