La dictadura ideológica no es solución con ETA

Público.es – Basagoiti: «Cuantos menos carteles de ETA haya, menos jóvenes verán bien a banda».

ETA debe desaparecer y desarmarse. Desde su aparición con sus métodos de acción armada no solo no han conseguido ninguno de sus objetivos políticos sino que han conseguido que le vuelva la espalda miles de personas que pudieran coincidir con sus aspiraciones políticas o que, sin coincidir, acepten que la independencia sea un objetivo democrático.

Pero cuando algunos dirigentes del PP y el PSOE plantean que eliminar los carteles de las calles eliminará la militancia de nuevos jóvenes en la organización armada se están engañando y nos están colando algo muy peligroso como es la persecución de las minorías políticas a cualquier precio y por cualquier medio.

La opción mejor y mas pacifica es que no haya carteles porque no hay voluntarios para ponerlos, porque no hay gente dispuesta a dar dinero para imprimirlos, en definitiva porque se ha ganado la batalla por las ideas políticas.

Eliminar los carteles forma parte del camino de eliminar cualquier cosa relacionada con un proyecto político. Ninguna dictadura consiguió jamas eliminar las ideas políticas mediante prohibiciones. Simplemente estas vivían en la clandestinidad.

Si se somete a una situación de prohibición total de cualquier cosa relacionada con el mundo abertzale se conseguirá únicamente que l@s independentistas se consideren fuera de la ley, y quienes rechazaran la acción armada de ETA se verán en la misma situación civil y penal que los criminales de ETA.

¿Porque no pasar de la ilegalización ideológica a la criminal?, esa pregunta se la harán los jóvenes abertzales y con la retirada de carteles volverán a nutrir las mermadas filas de la organización armada.

Cuando se aprobó la ley de partidos mucha gente la aceptó como un elemento mas de la lucha contra ETA, el problema es que esta ley es mucho mas, es la puerta por donde se están colando los métodos dictatoriales que están degradando las libertades políticas hasta el punto de cuestionar seriamente sus principios