Una visión de la emancipación social

Hace años, tras el hundimiento de los países del este, dejé el mundo militante en el que me formé en franca ruptura con sus fundamentos, pero sin cambiar de «barrio». Me queda sin embargo un hilo dorado de recuerdo vivo y comprometido por el que sigo valorando positivamente los heroicos esfuerzos que siguen haciendo esos menguados grupos militantes.

He encontrado en Herramienta un documento titulado «Pensar el comunismo, socialismo, hoy» cuya versión original está en francés en Carre Rouge. Parte de esa temática la traté siendo militante y otra parte se quedó en el tintero por quedar, por una razón u otra, fuera de las polémicas en curso. Por ese «hilo dorado» que mantengo y porque me ayuda a fijar mis propias ideas tengo ganas de comentarlo. Lo haré en diferentes posts para no alargarme en exceso.

Sobre la emancipación se dice allí:
«… la emancipación social, sinónimo de emancipación humana. Tal emancipación la entendemos como auto-emancipación colectiva que se basa en la auto-actividad y en la auto-organización en todas sus formas y su objetivo es la construcción de una sociedad mundial constituida de pueblos que no conocerán ya la división en clases y que habrán desmantelado o destruido el Estado.»

Este concepto mantiene la visión colectivísta clásica que no supone ni tiene porque llevar a visiones totalitarias de colectivismo, pero si puede ser excusa para ello. Si la acción colectiva se viste de dictadura ante el acoso o por defensa, puede terminar homogeneizando a cada uno de sus integrantes y acallandolo «por el bien del colectivo», el ambiente mas favorable para que crezca la burocracia.

En la sociedad capitalista existe un cierto colectivismo en la forma de ver pensar y vivir, es la ideología que recibe la sociedad de las instituciones, la enseñanza y los medios de comunicación. Es un colectivismo inconsciente, la base del consumo de masas, integración social y alienación al mismo tiempo.

Cuando hablamos de democracia directa, de autorganización, autoiniciativa en nuestros dias describimos un complejo proceso en el que grupos humanos que no tienen una conciencia de liberación común saltan a la lucha de clases defendiendo tal o cual parcela de su forma actual de vivir o trabajar.

Para hacerlo tienene que despojarse de parte del pesado lastre de la ideología común de masas en la sociedad capitalista No lo hacen en masa homogénea sino gracias a la extrema pluralidad cultural de conocimiento y experiencias personales que se ponen en juego en el terreno común que es la lucha.

Cada una de esas individualidades sufre vive y valora su explotación de una forma particular y participa de la lucha por lo que tienen de comunes con sus otr@s compañer@s de infortunio. Para ellos la lucha es también una liberación personal por los aspectos comunes personales que tiene esta y porque en la lucha se siente libre, percibe que puede parar o modificar las presiones diarias de la sociedad capitalista, se desaliena por un corto tiempo.

En las luchas defensivas tiene por tanto un peso importante la vivencia y la propia liberación individual; puede germinar el comunismo, aunque la conciencia social de los participantes pueda terminar por impedirlo y llevarlos de nuevo al redil de la sociedad común.

El colectivismo de masas de la sociedad capitalista y la homogeinización burocrática aplastan cualquier clase de iniciativa, tanto la personal como la colectiva dificultando la intervención y relización personal de los individuos y grupos humanos y sometiendoles en aras del «buen funcionamiento de la sociedad».

Los revolucionarios que se reclamaron de las tesis y prácticas del leninismo tomaron la iniciativa política y organizativa de algunas personas como factores excepcionales en el colectivo, y sacándolo de el privaron a ese grupo de uno de sus elementos activos.

Esos activistas estando en otras condiciones ya no podrán contribuir a desarrolllar y estimular la iniciativa personal y de su grupo. Al privilegiar a uno de sus componentes con respecto a otros rompieron los vínculos que dinamizaron al grupo e ignoraron el papel que tuvieron otros integrantes para que resaltaran mas unas iniciativas o personas que otras, cuando esto no es sino un fenomeno circunstancial que no tiene porque volver a repetirse.

Nunca entre comunistas y anarquistas se intentó llegar mas allá de los puntos de colisión ideológica de ambas corrientes, pero la experiencia estalinista nos debe hacer mirar, por lo menos a quienes venimos del marxismo, hacia la liberación individual que conlleva la revolución social.

Así la emancipación social se produce durante la organización nacida de la sociedad y de cada uno de sus integrantes en el proceso de subversión del orden dominante. Es por tanto un potente motor de desarrollo en todos los terrenos porque libera de sus cadenas a cada una de las personas tomadas de una en una y como colectivos, haciendo suprefluo, innecesario, y un estorbo cualquier clase de tutela, institucional o burocrática y por tanto de los propios estados.

La ciencia, la cultura, el arte, la investigación, la relación con la naturaleza vuelven a ser productos humanos, de todos los humanos y cada uno de sus individuos. Serán dinamizados por cada cual y cada colectivo eliminando los intermediarios y superestructuras que dosifican y controlan la distribución de esos bienes sociales.

Así concebida la emancipación social no precisa de constituciones ni garantías democráticas pues la democracia plagada de iniciativas sociales e individuales será la única forma de relación social.