El sábado 20 de octubre se celebró en Madrid, una manifestación «atípica», organizada por hombres y llamando a otros hombres a movilizarse contra los asesinatos, la violencia y la discriminación a las mujeres. Hay otras manifestaciones previstas en otras ciudades, algunas ya se celebraron el domingo 21.
Había también mujeres claro, pero esta no era una manifestación del movimiento feminista sino de grupos de hombres que reconocen en el machismo y el patriarcado la fuente y el origen de estos asesinatos que gotean día a día ante la pasividad de la mayoría de la sociedad, como el nº 60 de este año de ayer mismo en Madrid.
Aunque existen cada vez mas recursos legales, penales etc contra esta clase de crímenes lo cierto es que el rechazo de los hombres es totalmente pasivo o silenciosamente cómplice.
Nos retiene que el rechazo a la violencia contra la mujer terminara por cuestionar las relaciones jerárquicas que hacen que ella, pese a sus intentos, siga dominada y explotada por su «media naranja».
El patriarcado establece bajo el peso de la tradición cómo deben resolverse determinadas tareas necesarias para la vida, que careciendo de valor de cambio, se minusvaloran y desaparecen de cualquier anal económico y que sin embargo mantenemos férreamente asignadas a la mujer.
La cena en la mesa, la ropa limpia, los niños alimentados y cuidados a la puerta de la escuela, la compra hecha… , los ancianos y enfermos a su cuidado…, no hacen sino maximizar el tiempo y la posición del hombre para obtener una mejor valoración social, un mayor nivel cultural, mejores trabajos y una mejor posición ante su propia compañera.
Hace algunos años sectores del movimiento feminista radical reclamaban un salario para la mujer a cuenta de estos trabajos, exigiendo un valor de cambio que permitiera valorar el trabajo doméstico de la mujer.
Eso es técnicamente factible, y no dudo que economías de «bolsillo ancho» lo puedan asumir: servicio domestico, canguros, asistentes sociales, y hasta amores de pago. Pero no me parece que la solución esté en mercantilizarlas como un valor mas del mercado, sino eliminar la explotación y sojuzgación jerárquica que sufren.
Quienes creemos que hay que acabar con toda explotación no podemos seguir impasibles y dejar que las tradiciones y el peso de las costumbres nos conviertan cualquier día en un criminal mas o en el mejor de los casos sigamos siendo unos explotadores.
Está en nuestra mano contribuir a que esto cambie:
En nuestra vida privada con nuestra compañera e hijos; compartiendo con ellas, como si fueran nuestras, las tareas que históricamente les asignó el patriarcado, única forma de mantener una relación de convivencia y sentimental libre e igualitaria. Y enseñar a nuestros hijos a actuar también así.
En nuestra vida pública en el trabajo, con l@s amig@s no tolerando ninguna actitud discriminatoria hacia la mujer, ni en el lenguaje ni en las actitudes ni ante la violencia sexista.
En la búsqueda de soluciones contra la ideología dominante, contra los posos machistas tradicionales de nuestra cultura considerando que para acabar con toda explotación humana, en la rebelión por el cambio social, la liberación de la mujer y la erradicación del patriarcado son partes inseparables.
Si ya las mujeres hacen cuanto pueden para salir de la sumisión a la que las hemos sometido, es nuestra responsabilidad por haberlas sometido durante tantos siglos luchar con ellas y apoyarlas contra aquellos hombres, incluidos nosotros mismos, que no solo se resisten a la caducidad del patriarcado sino que enarbolan violentamente contra ellas su supuesto derecho jerárquico.
Si estas nuevas movilizaciones van por ese camino, enhorabuena y hagamos por la extensión de este movimiento de hombres contra la violencia patriarcal.