Con dos amigos sabuesos recorrí, guiado por el instinto de los canes, oliendo el aire que me traian las hojas del otoño, oliendo la hierba mojada, las setas jóvenes y escondidas, temerosas de nuestras manos.Recorri el profundo valle, vérde, rocoso sinuoso y arbolado. Ellos llevaban la enseña que nos guiaba, mas yo mismo, oliendo, su camino confirmaba.
Llegaba el humo lejano como si estuvieramos entre casas, mas no fuera de hogares sino de remotos lagares, cocinas sabrosas, caldeadas de humos, de bosques en ascuas.
Oler, oliendo desentrañabamos el camino, correr, corriendo nos fueramos acercando.
Por una mañana fuimos como canes, felices en el campo, en nuestra madre, aleccionados por dos amigos, el pinto y el blanqueado.
Jivago