En cada lugar es posible una política de transición con la que cambiar los hábitos de vida, las fuentes de trabajo, la energía fósil por renovable, las relaciones entre las personas y la naturaleza, entre estas y sus vecinas.
También son posibles comunidades nuevas partiendo de la puesta en común de conocimientos y recursos, aprovechando los pueblos y tierras abandonados.
Solo es necesario un equipo de especialistas en las diferentes áreas de competencia en la que se deben planificar los cambios; y es necesario sobre todo una voluntad de cambiar inequívoca que no se quede en palabras y se transforme en hechos.