Me preguntaba un potencial cliente sobre los recursos necesarios para poner en marcha una página web sobre un producto artesano.
Sin querer aquella vez se fue la mente a todos los capítulos, diseño, recursos, estructura montaje, desarrollo, alojamiento, promoción redes sociales, SEO…
Así la lista puede crecer exponencialmente e ir sumando presupuesto. Muchos casos así terminan en nada mas allá de una burbuja ficticia poco comprensible para quien te está hablando.
Precisemos, nada para el cliente que huye aplastado por el peso de los números y el tecnomensaje, y nada para ti que eres buen profesional y actuaste de buena fe.
Hace pocos dias un corto reportaje televisvo mostraba el éxito de una página de arquitectura montada por unos jóvenes arqutectos que pretendian solo disfrutar exponiendo grandes trabajos arquitectónicos. El éxito no lo ha traido el diseño del sitio sino la combinación del conocimiento de la materia y los contenidos expuestos.
Los potenciales clientes vienen preocupados buscando una solución tecnológica a la que normalmente son ajenos y quieren hablar de ella. Quizas fuera mejor para ellos y para el desarrollador web dedicar mucho mas tiempo a los contenidos que es finalmente lo que buscamos en la red.
Si el contenido es bueno o se presenta en una faceta interesante para los potenciales lectores una buena parte del éxito posible está ya al alcance de la mano y un presupuesto bajo no debería ser motivo para rechazarlo.
Somos muy aficionados a los costes bajos, a los entornos de las redes sociales y esto influye en la conciencia general de «cuanto vale un sitio web».
Podemos aplicar este criterio, usar plantillas gratuitas o CMSs instalados con un click para que el cliente encuentre un presupuesto a medida de lo que espera pero no pensemos que por ello hay que hacer un trabajo de baja calidad cuando orientando el esfuerzo hacia los contenidos podemos ayudar a nuestros clientes y a nosotros mismos a conseguir un buen resultado.