Es sorprendente como esta crisis económica, dicen que equiparable a la de 1929, está transcurriendo con mas tormenta financiera que social y no porque no haya motivos. Crecen los despidos y cierres de empresa y se resienten fuertemente las pequeñas empresas, o cierran por la caída del consumo y la practica desaparición del crédito.
Si a los dolores de la crisis sumáramos el robo que descaradamente están ejecutando los estados en las arcas públicas para sostener los hinchados mercados financieros sobrarían razones para recuperar el vocabulario de otros tiempos del movimiento obrero y el activismo social.
Sin embargo no creo que no esté pasando nada; una simplificación así no explica como ha resurgido intempestivamente la lectura de los clásicos del marxismo.
Se ha leído como reconocidos representantes daban por muerta una etapa del capitalismo y pedían por una reforma global del sistema financiero internacional y de las instituciones de Bretton Wods (FMI y Banco Mundial).
Acertados o no en 1929, existían movimientos sociales y políticos con alternativas al capitalismo y una conciencia política alternativa recorría los organizaciones obreras y sindicales. Pero no hagamos una añoranza de esto.
La ideología de la sociedad ha vivido siempre en paralelo a su propia época y a la experiencia histórica acumulada no podemos esperar hoy una conciencia política y social propia de otro tiempo.
Los ideólogos del sistema han jugado sus bazas e introducido modas ideológicas complacientes con el «statu quo», que se han colado fácilmente en la conciencia social por el hundimiento de modelos alternativos centralizados y dictatoriales y la ausencia de nuevas vías.
Cuando tanto hemos escrito sobre el fracaso del estalinismo hemos reconocido implícitamente el agotamiento del modelo revolucionario surgido del siglo XIX, esa mezcla de comunismo y jacobinismo enraizado en la revolución francesa así como la revolución apoyada en solo una capa social totalmente definida por los rasgos del obrero industrial.
Cuestionado el híbrido nacido de unas circunstancias históricas concretas nos nos queda sino crear nuestro propio híbrido a partir de lo básico de la idea comunista. La concepción de una sociedad basada en principios diferentes y movida por la solidaridad humana y el hacer colectivo, sin valores monetarios ni competencia ni explotación.
Surgen elementos de esta sociedad en cada conflicto, ocupación acampada de huelguistas hasta en versiones ya deformadas hacia el mercado como el cooperativismo social. Pero los dejamos relegados a la espera de ese momento luminoso de revolución al viejo estilo que nunca llega.
Sobreviven los trabajadores durante la huelga organizando «ollas colectivas». Se extiende en las ciudades un movimiento de intercambio de trabajo con formato de «ONG» por el que tu ofreces lo que sabes hacer a cambio de recibir de otros lo que saben hacer sin pago alguno. Y podríamos encontrar decenas de ejemplos similares.
El comunismo sin embargo ha dejado de verse como alternativa de vida para identificarse solo con la militancia política según el viejo modelo.
En todas las sociedades anteriores los nuevos protagonistas construyeron nuevas relaciones de producción sin esperar el momento jacobino. La nobleza nació al tiempo que se hundían los imperios, la burguesía creo las relaciones mercantiles y la producción en gran escala. ¿Que nos impide ir creando estas relaciones de vida sin intercambio monetario ni explotación?.
A diferencia de épocas pasadas un movimiento tal, comunista, de la inmensa mayoría de la sociedad no puede surgir expontáneamente. No se trata de construir un modelo de explotación superior que derrote productivamente al capitalismo, sin duda es mas necesario cambiar la distribución que aumentar la producción.No es extraño el eco que las ideas de decrecimiento están alcanzando.
El crecimiento de la alternativa comunista como alternativa al modelo de vida y sociedad capitalista precisa de un consenso ideológico en la sociedad, en los objetivos y medios, con respecto a problemas actuales y heredados como el patriarcado.
Cuando decimos que el sistema actual no tiene alternativas en cierta forma no decimos por completo la verdad pues en el mundo musulmán su ideología religiosa se está convirtiendo en alternativa ideológica de defensa social, con contenidos retrógrados que rechazamos por supuesto.
Pero tendremos que reconocer que en los momentos de crisis es cuando mas fuerte ha vivido la humanidad la presión de las corrientes ideológicas. Un movimiento comunista de nuestros días no puede ser menos.
El comunismo debe ser un alternativa diaria con la que sobrevivir al sistema y caracterizado por fuertes señas de identidad:
Un movimiento social contra la explotación del trabajo humano.
Un movimiento social que redistribuya la riqueza y la cultura para acabar con las fronteras y las migraciones económicas.
Un movimiento social para la destrucción del patriarcado y la explotación infantil
Un movimiento social que reintegre al ser humano con el medio natural del que proviene, eliminando todas las prácticas destructivas para el equilibrio ecológico del planeta.
Un movimiento social que aporte gratuitamente a sus integrantes todo aquello que, necesitandolo para vivir, sabe y puede hacer sin intermediación del mercado ni la competencia.
Un movimiento social plural, ideológica y culturalmente. Democrático y horizontal en sus estructuras sociales. Pequeño en su organización local pero global por sus interconexiones a lo largo del planeta.
Y muchas otras mas cuya definición no pueden ser una acto académico sino la fusión de nuestra herencia cultural con la práctica diaria y la voluntad colectiva del cambio.
Seguiremos defendiendonos de los ataques del capital de sus rapiñas, de las agresiones militares, de los cierres y reconversiones, del aumento de la explotación… pero no hace falta esperar a los nuevos salvadores ni al momento culmen de la insurrección social, podemos empezar con quienes cerca de nosotr@s esten dispuestos a aportar al colectivo y recibir de el aquello que no aporte o nos niegue el mercado.
Un movimiento comunista tal, como alternativa de vida y no solo como tarea de militancia política, podrá sustituir progresivamente lo que aun recibimos a traves del mercado gracias a su expansión social geográfica y numérica.
No podemos esperar nada de las cumbres del G8, nada del FMI o del Banco mundial, nada de nuestros gobiernos, nada de la competencia en el mercado. El futuro está en nuestras manos, no lo hagamos esperar.